sábado, 7 de julio de 2012
Amor
Y yo que había planeado no tener más planes, me había propuesto no soplar promesas ni lanzar suspiros a cada luna llena. Decidí abandonar el corazón blando; que llorar estaba prohibido. Ocultar mis labios para todos los besos y ya no ser yo, tal como me conocían. Tantas cosas yo tenía anotadas en la palma de mi mano. Pero él, con su tibieza me tomó por los hombros y de pronto lo olvidé todo. Y planeamos, prometimos, suspiramos, lloramos, besamos, nos besamos hasta el alma. Y así, sin más, me volví yo; como me conoce, como me conozco. Yo que no tenía ni siquiera la sorpresa, ni siquiera la ligera idea del cariño tibio. Aún recuerdo el primer día, y lo traigo conmigo hasta éste, que no es último. Quinientas cincuenta y ocho palabras, tres noches, cinco poemas, cuatro mordidas, dieciocho lunares, veinte sueños, dos promesas y una lágrima que yo dejé en su espalda.
Sí, en tu espalda.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario